miércoles, 16 de marzo de 2011

Vengan a mí

Vengan a mí

Vengan a mí los cansados,
vengan a mí fatigados,
vengan a mí los rendidos
que todos son mis amados.

Por qué caminos se fueron
hijos y hermanos queridos,
que por fin han regresado
tan tristes y malheridos.

Abran sus ojos al cielo,
abran al cielo sus brazos,
abran sus labios resecos
acójanse en mis abrazos.

Me complazco en la alegría
de celebrar el amor
de un Padre tan bondadoso
que no conoce el rencor.

Si pecaste, reconoce
que yo por ti di la vida,
que no en vano me encarné
en una vida sufrida.

Si perdiste la esperanza
o si perdiste el sentido
de tu vida y de tu alma,
recobra la confianza.

Yo quiero que mis hermanos
en cualquier situación
recuerden que yo soy manso
y humilde de corazón.

¿Has visto que mi costado
está abierto y descubierto?
Míralo y todo tú ábrete
al amor que no es amado.

Hombres de todos los pueblos,
todos los seres humanos,
para que sean felices
acerquen  a mí sus manos.

Hagamos un mundo nuevo,
donde el amor sea amado,
donde seamos hermanos,
y Dios es glorificado.

Carguen también con mi yugo,
que es tan suave y tan ligero,
que lo encontrarán feliz
y su peso llevadero.

Venga, vengan, a mí todos,
mi amor no descansará
hasta que en todos se encarne
y allí su morada hará.

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