jueves, 14 de julio de 2011

Disyuntivas

SER PIADOSO O SER BUENO

A raíz de la pregunta de una joven: “¿Qué es mejor ser piadoso o ser bueno?”, he estado pensando bastante sobre el tema, no para responder la pregunta, que lo hice en el momento y sin dudar: “Ser bueno, claro”, sino porque es una de las claves del por qué en muchos ambientes la Iglesia no es vista como una realidad o institución relevante. Creo que en el pasado se ha dado mucha importancia a la piedad, a las obras de piedad, y se han descuidado las obras de caridad o de misericordia, de parte de muchos cristianos, siendo éstas el fruto necesario para calificar de genuina la piedad de un cristiano. De hecho, no habría que oponer piedad y bondad sino unirlas y hacerlas dependientes.

Hemos visto que en las últimas décadas obras de piedad como novenas, devociones a la Virgen María y a los santos, el rezo del rosario en las iglesia o en familia, Viacrucis, penitencias corporales, devociones eucarísticas como los primeros viernes o las visitas al Santísimo, etc., han caído en desuso y han perdido su sentido para un gran número de cristianos.

Sin intentar pasar un juicio de valor sobre lo oportuno o lo lamentable de estos cambios en la piedad popular, sí podemos decir que el Espíritu guía a la Iglesia por distintos caminos en distintos tiempos. Por ello, mientras lamentamos la ausencia de los jóvenes en nuestras iglesias, para celebraciones como las mencionadas anteriormente e incluso para la Misa dominical, vemos con gusto y aplaudimos la asistencia de jóvenes a los encuentros internacionales con el Papa, como el que se acaba de tener este año en Madrid, y vemos a otros muchos jóvenes que realizan tareas de voluntariado en áreas marginadas o países del tercer mundo.

¿Será el momento de poner de manifiesto que en el cristianismo las prácticas de piedad deben ser la fuente para hacernos instrumentos del amor y la misericordia de Dios? ¿Será el momento de poner de relieve que, como nos dijo san Juan, “Quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso” (I Jn 4, 20)? ¿Será el momento de entender que  si “Jesús pasó por el mundo haciendo el bien (He 10, 38)”, así debe ser la vida de sus seguidores? ¿Será el momento de recordar que el examen al final de la vida será sobre la práctica de las obras de misericordia: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y me visitasteis…” (Mt 25, 34-36).
Jesús Ma. Bezunartea

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