El mes de Mayo, conocido como el mes de María, este año nos trae un mensaje pascual. Con la Virgen María gozamos la presencia de Cristo resucitado-glorificado.
En este mes la Iglesia se hace eco de las palabras de Jesús a los apóstoles cuando al subir al cielo les dice: “Esperen la promesa que les hice de parte del Padre, porque ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días” (He 1, 4-5). Y más adelante, antes de la venida del Espíritu Santo, se dice todavía: “Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste”(v. 14).
Eso mismo podemos meditar y vivir nosotros en este mes. Ir gozando el mensaje que cada domingo de Pascua se nos da en este mes de Mayo, pero inspirados en la Virgen María, meditando los misterios del Rosario, particularmente aquellos relacionados más directamente con ella como son los misterios gozosos y los gloriosos.
Sí, efectivamente, el Rosario es la mejor manera que la devoción popular cristiana ha descubierto, como repetidamente ha sido ratificada y alabada por los Papas, de reconocer la dignidad de la Virgen María y su papel en la obra salvadora de Jesús.
Este mes, llamado también mes de las flores, es el mes para alabar a la Virgen María por tantos títulos y privilegios que ha recibido de Dios y la mayoría de ellos, si no todos, con una relación favorable hacia nosotros, sus hijos. Con razón que el viernes santo recordábamos las palabras que desde la cruz Jesús dirigía a María: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
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