De la misma manera que Jesús nos enseña a llamar padre a Dios así la familia cristiana hace sentir a los hijos que también tenemos una madre en el cielo, que es la Virgen María.
Tradicionalmente se ha tenido la costumbre de rezar el Rosario en familia, y muchos recordamos cómo a cierta hora del día, sobre todo en el anochecer, nuestra mamá nos convocaba a rezar el Rosario.
Hoy en día, con los medios de comunicación y las múltiples actividades escolares se hace más difícil la práctica de esta devoción. ¿La abandonaremos como obsoleta y pasada de moda? No. Aquí hay que echar mano de la imaginación pedagógica de los papás a fin de que los niños no encuentren rutinaria y pesada esta devoción.
¿Qué sugerimos al respecto? Ante todo, tener un altar a la Virgen en un lugar central de la casa, preferentemente en la sala de estar. Cada día uno de los niños se encargará de adornar el altar con flores y guirnaldas, sobre todo los días en que se vaya a rezar el rosario o/y ofrecer flores a la Virgen.
Así mismo, el rezo del rosario, que se puede hacer abreviado según la edad y capacidad orante de los niños, lo dirigirá uno de los niños. Lo de abreviado se refiere a que no se debe rezar necesariamente las diez avemarías de cada misterio, se puede variar el número de las mismas entre tres y diez. También se puede encomendar a los niños que cada día que se rece el rosario se represente de alguna forma uno de los misterios que se vaya a contemplar en ese día, sea a través de una imagen que recuerde el misterio o escenificando entre todos los niños uno de los misterios del día.
¡VENID Y VAMOS TODOS CON FLORES A PORFÍA, CON FLORES A MARÍA, QUE MADRE NUESTRA ES!
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